- La revista 'Vida Nueva' publica una recensión sobre el último libro de Pedro Jaramillo
- El artículo lo firma el pastoralista Jesús Sastre, que fue profesor en el Instituto Superior de Pastoral
JESÚS SASTRE GARCÍA.- Don Carlos Osoro subraya en el prólogo que el libro de Pedro Jaramillo repasa de manera completa la exhortación Evangelii gaudium (EG) desde la perspectiva de una parroquia que busca renovarse en profundidad en clave de parroquia misionera. Para ello, la parroquia tiene que divisar nuevos horizontes desde un eje transversal: la evangelización misionera.
Se trata de una mirada a lo local (parroquia) desde una perspectiva global (Iglesia), para no caer “en la mezquindad cotidiana” (EG 234) y poner los pies en la tierra “sin evasiones ni desarraigos…, hundiendo las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar” (EG 235). Así, lo dicho por el papa Francisco nos resulta más cercano, sugerente y comprometedor.
La renovación se ha de concretar en nuevos métodos, formas de expresión, signos y palabras sugerentes, estructuras participativas…, desde la vuelta a Jesucristo, “que puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo, y que nos sorprende con su constante creatividad divina” (EG 11).
Para el autor, EG constituye una impresionante “cascada pastoral” donde aparecen muchas “claves” de interpretación con capacidad para incidir y trasformar la realidad. Para ello necesitamos cambiar la actitud de fondo: pasar de la autocomplacencia a la autocrítica. EG 28 habla de manera explícita de la parroquia, pero todo el documento puede ser leído desde y para la conversión pastoral de la parroquia.
El libro se estructura en dos partes: la primera, sobre ‘La reforma de la parroquia (EG 28) en el contexto de la reforma de la Iglesia’ y, la segunda, en torno a la ‘Imagen de la parroquia desde la imagen de Iglesia’. Al final del mismo, se incluye un apéndice con un ‘Esquema-Índice’ (pp. 201-221) que funciona a modo de guía de lectura y síntesis, con las referencias explícitas a los números de EG que va comentando.
Las exposiciones de los diferentes apartados están seguidas de cuestionarios para la reflexión con muchas preguntas cada uno. Me parecen excesivos en número y en interrogantes. Quizá sería más útil formular menos preguntas, las centradas en los aspectos fundamentales, porque, al intentar responder a tantas, se puede caer en repeticiones innecesarias.
El tono del libro es esperanzador, transmite entusiasmo y dibuja claramente lo que una parroquia renovada debería ser. Muchos títulos expresan el ideal y las características que no pueden faltar en la parroquia según EG.
Ahora bien, aquí surge una pregunta decisiva para poder llevar a buen término la renovación pretendida: ¿cuáles son los pasos del proceso que nos lleve de donde estamos a esa realidad nueva que con tanta precisión y gozo hemos definido? El autor es sensible a esta cuestión cuando habla de que “una intención práctica reclama una ‘recepción’ práctica”. “Si la recepción de Evangelii gaudium no se ve reflejada en una práctica transformada y transformadora por parte de los cristianos, será recepción de otra cosa, pero no lo será de La alegría del Evangelio. Y por eso nos va tanto en mantener viva la llama de esta ‘nueva etapa evangelizadora, marcada por la alegría’ (EG 1)” (p. 14).
La hoja de ruta marcada por Francisco
Ahora bien, la recepción práctica supone, además de la sintonía del corazón, los pasos operativos para que la propuesta se lleve a la práctica con acierto y eficacia y no se quede en papel mojado. Con el autor nos preguntamos: “¿Cómo está la hoja de ruta que Francisco ha dado a la Iglesia?”. La intención del Papa es que la extensa exhortación tenga incidencia práctica en las tareas por donde discurre la vida cotidiana de la Iglesia. Si no se aborda el método, los objetivos y los buenos propósitos terminan en decepción; y las cosas seguirán como están. Esta es la aportación propia de la teología pastoral, para no quedarnos en el marco teórico o en recetas que todo lo mueven para que todo siga igual.
La reflexión teológica no puede identificar lo que la vida cristiana es (formulación teórica) con el modo concreto en que esta se vive (aspecto existencial). Uno y otro están intrínsecamente relacionados, pero no porque algo se defina con precisión existe realmente; la teología pastoral, al reflexionar desde los desafíos de las comunidades, ayuda a que estas encarnen cada vez mejor la fe que profesan. No se puede ocultar que la renovación de las estructuras eclesiales –y la parroquia es una de las estructuras fundamentales de la diócesis– exige cambios profundos y, no pocas veces, dolorosos. Además, requiere un buen análisis de la situación de las parroquias, la participación de todos los implicados, tiempo y recursos de todo tipo.
Aquí encontramos un excelente marco teórico para analizar e iluminar la realidad; nos queda programar el proyecto de renovación parroquial con las actuaciones correspondientes. Esto no se puede hacer, según EG, sin la participación de “todos en todo”, una nueva configuración del ejercicio del ministerio ordenado y un laicado maduro y corresponsable. Estas tareas son previas para que la renovación de la parroquia pueda llevarse a cabo. No conviene quemar etapas; por eso, la Conferencia de Aparecida (2007) plantea la “conversión pastoral” como un proyecto continental que debe concretar cada diócesis respetando la metodología que el documento desarrolla.
La tarea es apasionante, el camino no está diseñado y los retos no son pocos. Urge continuar en clave de “pastoral aplicada” la tarea iniciada de manera precisa y sugerente en estas páginas. Una línea en la que se mueve la presentación del libro, que acaba con estas palabras del autor: “Si este sencillo trabajo vale par que el fuego ‘franciscano’ prenda en nuestras parroquias, me voy a sentir muy contento. Llega con el deseo de ser un pequeño soplo sobre las cenizas de nuestras rutinas” (p. 18).