LUIS ARANGUREN GONZALO.- Hace un año convocamos desde la editorial PPC una reunión con doce personas que llevaban una media de quince años trabajando en diferentes organizaciones de solidaridad, tanto en el campo de la exclusión social como en el de la cooperación internacional, y a la pregunta de cómo estaba afectando la crisis en este sector hubo unanimidad: las ONG no se han enterado de que esta crisis ha socavado las estructuras de nuestra sociedad y ha puesto en evidencia que las respuestas paliativas que se dan no son las más adecuadas.
Esta crisis ha sorprendido a las ONG con el paso cambiado, de modo que, cuando se miran a sí mismas, se ven como un gran cuerpo sin reflejos. Y a la pregunta de qué tipo de producto cultural podemos facilitar desde la editorial en este momento, nos dijeron que necesitaban libros que ayuden a comprender lo que nos está pasando y a poner las bases de un nuevo modo de hacer y de convivir.
Hace unas semanas tuvimos la oportunidad de publicar el libro 'La sociedad inclusiva', de Joaquín Azagra y Joaquín García Roca. Por un lado, se presenta el retrato de una crisis que nos ha dejado desarbolados, y por otro se refleja el guion de una nueva obra que estamos estrenando, cada cual desde su ámbito de trabajo y presencia.
Necesitamos salir al encuentro de esa realidad marcada por la pobreza, la exclusión social y la desigualdad, para cruzar cortafuegos de dignidad e instalar palancas colectivas de cambio y compromiso cívico, vinculante para todos. Esto supone abandonar el lenguaje que naturaliza los procesos sociales y trata a la crisis como una especie catástrofe que nos cae encima y ante la cual no cabe más que actitudes de fatalismo y resignación, como si la cosa no fuera con nosotros.
Es tiempo de repensar prioridades y de poner en relación respuestas parciales: quien pide pan también solicita ser reconocido, participar, ser protagonista de su recuperación. La acción social se encamina a visibilizar los elementos de la calidad de vida de las personas, que son plurales y diversos. Por eso, bienvenidos los comedores sociales y cualquier tipo de medida paliativa en tiempos de grave dificultad, pero pidiendo perdón, porque lo asistencial no es más que un paso de la justicia social, y si no se ve más allá, con frecuencia se cae en una nueva forma de solidaridad reducida a conmoción sentimental. Queremos ayudar a configurar una sociedad civil responsable y coautora de una historia que no puede reducirse al poder de los mercados ni a la administración de los gobiernos.
La acción social que pretendemos acompañar desde PPC apuesta, por último, por estilos de vida creíbles, tal y como apunta la reciente encíclica Laudato si'. Qué importante es saber expresar la representación de nuestra sociedad del bienestar, nuestra concepción del valor, nuestro ideal de vida buena. Nos podemos llevar grandes sorpresas.
Siempre recordaré con estremecimiento y sorpresa cuando trabajaba años atrás como profesor en un instituto, y en el claustro planteé cuál era el tipo de persona en el que estábamos educando a nuestros alumnos, en definitiva, para qué estábamos educando, y el jefe de estudios me espetó: “¿Pues para qué va a ser? Para que de mayores estos chicos se puedan comprar un BMW como el mío”. Aquello siempre me sirvió para no dar nada por supuesto. La ideología del crecimiento desmesurado la llevamos impresa a fuego y nos convierte a los seres humanos en meros apéndices de un sistema que produce y consume. Y así se nos pasa la vida.