La visibilidad de las víctimas

La visibilidad de las víctimas

LUIS ARANGUREN GONZALO.– Han pasado dos meses desde la publicación del libro ‘Víctimas de la Iglesia’ (PPC). Por vez primera, el relato de una mujer abusada por un sacerdote en el seno de la Iglesia español, salía a luz. En este tiempo, tanto los coautores del libro como yo mismo hemos recibido buenas noticias de los lectores: desde obispos que opinan que este libro ha de hacer mucho bien a tantas personas hasta familiares de víctimas que también han sufrido el atropello brutal del abuso.

Me quedo con un mensaje de una religiosa que vive en Africa y que lo ha difundido a través de las redes sociales: “La protagonista resta en el anonimato y esto le da fuerza de sumar a su historia, la de tantas otras mujeres que se han quedado mudas por el camino amordazadas por el miedo, la culpa, la humillación, la falta de fuerza… Gracias a los coautores por su sensibilidad, por ese trabajo en equipo que ha permitido restaurar lo que se había convertido en ruinas. Gracias por dejar a la protagonista llevar las riendas de su presente hasta volver a la Vida”. Mejor no se puede decir.

En efecto, la voz anónima de la protagonista expresa una vivencia insustituible y profundamente personal, y, a la vez, visibiliza el desamparo de tantas otras personas heridas. Del anonimato que invisibiliza surte el prodigio de la visibilización de una tragedia personal que comparten demasiadas víctimas sin saberlo; pero también el de una tragedia colectiva, la de la Iglesia española. Alguien nos ha criticado el título del libro, ‘Víctimas de la Iglesia’. “Son casos aislados”, nos dicen; “no se puede generalizar, ¿qué necesidad hay?, ¿buscáis así más publicidad y venta?”. Nada de eso.

Un mal estructural

Ya en la reciente película ‘Spotlight’, que relata los casos de abusos de menores en la diócesis de Boston en las pasadas décadas, se planteaba el dilema: ¿estamos ante el caso de unas cuantas manzanas podridas o ante un mal sistémico? Evidentemente, la proliferación de casos por doquier nos habla de un mal estructural y no coyuntural, pese a quien pese. Es un asunto que la Iglesia católica en su conjunto debe abordar de raíz. Está bien revisar los procesos formativos de los futuros presbíteros; es muy positivo alentar la denuncia de los casos que han sucedido. Pero eso no basta.

Precisamente, el libro muestra el núcleo de unas relaciones de poder instauradas en el seno de nuestra de Iglesia que están viciadas de raíz. En ellas, con mucha sutileza, los caminos de la violación de la conciencia, de la apropiación de la persona y de la invasión de la libertad y de la voluntad de la parte más débil alimentan el instinto depredador del agresor provocando esos horrores callados y silenciados por el mismo poder que los ejecuta. Poder personal y poder coactivo de una religión aliada de la culpa patológica, de la mala conciencia o de la obediencia ciega.

Camino de sanación y reconciliación

Por otra parte, la valentía y el tesón de la protagonista nos devuelve la esperanza de un camino de sanación personal y de reconciliación con una fe saludable en el seno de una Iglesia fraterna y acogedora. Los dos coautores del libro, sacerdote y psicólogo, transmiten un trabajo de artesanía pastoral y terapéutica que traspasa las páginas del libro para expresar a tantas otras víctimas que la salida del horror es posible y que hay buena gente en la Iglesia que está acompañando procesos parecidos a los que este libro ha mostrado. Sabemos que ejemplares del libro los están repartiendo diversos acompañantes, hombres y mujeres, que se encuentran acompañando a no pocas víctimas de la Iglesia, esas otras invisibles que, gracias al anonimato de nuestra autora, van visibilizando su tragedia, la denuncian y reconducen su vida.

Para la editorial PPC es un honor publicar y acompañar este libro y, personalmente, me siento por siempre agradecido al formar parte pequeña de este feliz alumbramiento.

 

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