HERMINIO OTERO.- Estamos en tiempo de Pascua, un tiempo propicio para recordar que seguimos celebrando la Pascua cada día. Y lo hago con esta imagen de Jesús resucitado representado como una persona sin hogar. Un Jesús sin rostro (como todos los que duermen sobre un banco), pero con los estigmas de la crucifixión en los pies (como todos los que han llegado a esa situación), está envuelto casi por completo en una ligera manta.
La escultura del artista canadiense Timothy P. Schmalz fue bendecida por el papa Francisco y colocada durante la Semana Santa de este Año Jubilar de la Misericordia, en el patio de San Egidio en el Vaticano, a la entrada de las oficinas de la Limosnería Apostólica [es la segunda imagen que se ve en este artículo].
La escultura de este ‘Jesús sin techo’, regalo de un mecenas del autor, es un ejemplar fundido en bronce del calco original, a partir del primer ejemplar, que se encuentra en el Regis College, la Facultad jesuita de Teología de Toronto (Canadá). Hay otras copias en Australia, Cuba, India, Irlanda, España –junto a la Almudena–y Estados Unidos.
El escultor Schmalz vio en una Navidad a un hombre que dormía a cielo raso en un banco en pleno invierno y tuvo la idea de representar así a Cristo. En noviembre de 2013, presentó al papa Francisco, durante una audiencia general, una copia de tamaño reducido de la escultura; el papa tocó las rodillas y los pies de la escultura… y rezó.
Precisamente, el autor confiesa: “Suelo describir mis esculturas como oraciones visuales”. Esta imagen puede convertirse también para nosotros en una llamada a la oración… y al compromiso. Él mismo dice: “Cuando vemos a los marginados, deberíamos ver a Jesucristo”. De hecho, en abril de 2014 se colocó un ejemplar de la misma estatua al lado de una pequeña iglesia en Davidson, Carolina del Norte; una noche, la Policía recibió la llamada telefónica de una mujer preocupada porque creía haber visto a una persona sin techo de carne y hueso durmiendo en un banco.
A este Jesús sin techo no se le ve el rostro; solo quedan expuestos los pies, en los que pueden verse, sin lugar a dudas, las marcas de la crucifixión. Su rostro es el de cualquier persona que vive en esa misma situación.
Imágenes como esta y otros materiales vivos pueden ayudarnos, en la catequesis y fuera de ella, a descubrir a personas invisibles, que viven muy cerca de nosotros y están agazapadas en la noche, la única que los cobija, sin que nosotros las veamos ni hagamos nada por ellos. Actuar ante esta realidad será un signo de resurrección.
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