PAULA MARCELA DEPALMA.- Las vacaciones son un momento perfecto para ahondar la mirada contemplativa. El Papa Francisco lo resume así en su nueva encíclica, Laudato si':
"Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después, que se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido. Jesús nos enseñaba esta actitud cuando nos invitaba a mirar los lirios del campo y las aves del cielo, o cuando, ante la presencia de un hombre inquieto, 'detuvo en él su mirada, y lo amó' (Mc 10,21). Él sí que estaba plenamente presente ante cada ser humano y ante cada criatura, y así nos mostró un camino para superar la ansiedad enfermiza que nos vuelve superficiales, agresivos y consumistas desenfrenados". (LS 226)
Sí. Además de buscar y disfrutar lugares nuevos y “mirar los lirios del campo”, estas vacaciones pueden ser un momento ideal para estar “plenamente presente ante cada persona y cosa que nos rodea”, para “detener en ellos nuestra mirada” y “superar la ansiedad enfermiza que nos vuelve superficiales, agresivos y consumistas”.
Y como hablamos de un tiempo especial, el tiempo de vacaciones, me viene a la memoria la advertencia, también de Francisco, de que “el tiempo es superior al espacio”. O sea, frente a quienes piensan que no tienen tiempo para nada, nosotros sabemos que tenemos tiempo. Que tenemos tiempo para poner en el centro a quienes más queremos. Que tenemos tiempo para nosotros mismos. Que tenemos tiempo para abrir la tensión entre el momento y la utopía que nos abre el futuro, para soñar con la plenitud sin perder de vista el límite. Porque...
"Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El 'tiempo', ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio. (Evangelii gaudium, 222).
A quienes estas vacaciones salimos de las ciudades, se nos hará más sencillo contemplar el horizonte. A quienes no, habrán de encontrarlo en lo que tienen más próximo. Pero ambos podremos contemplar el “horizonte mayor” que “nos abre al futuro como causa final que atrae”. También en vacaciones podemos seguir anunciando la alegría del Evangelio.