En homenaje a Alberto Iniesta: con olor a Evangelio y sabor a Dios

En homenaje a Alberto Iniesta: con olor a Evangelio y sabor a Dios

LUIS ARANGUREN GONZALO, director de Ediciones de PPC.- “Aquí se reza muy bien”. Es lo que me dijo un buen día el obispo Alberto callejeando por las calles de Vallecas al volante de su Citroën dos caballos. Solía distinguir entre la oración “al paso” que hacía al calor y en medio de los pequeños acontecimientos de cada día, y la oración “en profundidad” en la que se sumergía en esa “cuarta dimensión” fontanal para quedar a solas con Dios.

Para los jóvenes que en los años 70 llegábamos a Vallecas, Alberto nos introdujo con la cercanía del buen pastor en la aventura del Evangelio. Su ministerio episcopal descansa en su impecable magisterio a pie de obra. Más que oler a oveja –que también-, Alberto olía a la Buena Noticia del Evangelio y a debilidad por los débiles y por los pobres, sacramento de Dios. Sus cartas siempre finalizaban con ese “vuestro hermano en la Iglesia” que sentíamos como un entrañable abrazo.

En 1975 escribe en la colección El credo que ha dado sentido a mi vida de DDB su libro ¡Creo en Dios Padre! Algunos esperaban un título más polémico y agitador. Pero el mensaje de aquel libro estaba claro: él era un creyente de los pies a la cabeza. No le podrían achacar ser muleta de ninguna ideología.

Otra cosa es que era un creyente fiel a Dios y fiel a la historia. Era un contemporáneo de su tiempo y como tal sabía estar en la realidad. Sus homilías eran comprensibles y admirables. Su lenguaje cercano y amable. Utilizaba imágenes como aquella de “la Iglesia es una colmena donde todos somos necesarios”, o cuando hablaba de la búsqueda de Dios y nos otorgaba a todos la categoría de “detectives de Dios”. Nos enseñó que con nuestros hermanos no creyentes somos ciudadanos y co-autores de una sociedad más humana y justa. Y que se trata siempre de sumar, no de dividir. Su Recuerdos de la Transición (PPC) es una buena muestra.

Él personifica muchas referencias que ahora encontramos ejemplares en el pontificado de Francisco: la alegría del Evangelio, la salida a las periferias o el callejear son atributos fácilmente identificables en este pastor que se desgastó hasta perder la salud. Precisamente de ese callejear él me enseñó a contemplar los acontecimientos con la mirada amorosa de Dios para ser destellos de ese amor en el mundo.

Alberto era un místico en la ciudad con alma de monje de monasterio. Cuando años más tarde, y trabajando ya en PPC, le pedí que escribiera un libro para las personas mayores, él no estaba muy convencido. Argumenté que como autor no había perdido la chispa, y me respondió que ya no estaba “chisposo”; al mes me entregó La Biblia de la experiencia (PPC) como “propina”, porque él ya había decidido no publicar más libros. Aquella propina fue una nueva chispa de Dios, como sus columnas en Vida Nueva. Sin duda, Alberto personifica lo mejor de PPC al divulgar el Evangelio con un lenguaje popular, sin excesivo aparato conceptual y haciéndose entender.

Con Alberto Dios acarició nuestros barrios, aprendimos que de lo que se trata es de ser mucho y no de ser muchos, y a pesar de esa sensación de que las cosas no salían bien, te repito, Alberto, lo que te dije hace tres años cuando me despediste con un beso en Albacete: “Has hecho mucho bien, Alberto, y somos muchos los que te estaremos eternamente agradecidos”. Créetelo. Nos veremos en la plaza Mayor del Reino. Amén.

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(*) Artículo publicado en la revista Vida Nueva (nº 2.971, 9-15 de enero de 2016), en el Pliego 'Monseñor Iniesta, un obispo diez'.

(**) Alberto Iniesta Jiménez fue obispo auxiliar emérito de Madrid. Falleció a los 93 años el pasado 3 de enero, en la residencia sacerdotal de Albacete, su ciudad natal. Sus restos mortales descansan en la Colegiata de San Isidro de Madrid.

 

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