PEDRO BARRADO.- A estas alturas, todo el mundo sabrá ya que dentro de poco tiempo comenzaremos a celebrar en la Iglesia un ‘Año de la misericordia’, convocado por el papa Francisco mediante la bula Misericordiae vultus. Como es normal, es seguro que durante ese año –que durará desde la fiesta de la Inmaculada de 2015 a la de Cristo Rey de 2016– las editoriales se afanarán en publicar obras de diverso tipo sobre el tema. Y es muy probable que también en ese contexto vuelva a hablarse de algo que quizá teníamos un tanto arrumbado: las obras de misericordia.
Estas acciones, tradicionalmente divididas en “espirituales” y “corporales”, no son sino una colección de actos o actitudes en las que se manifiesta –o debería manifestarse– el amor cristiano. Son las siguientes:
- 1) espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por los vivos y los difuntos;
- 2) corporales: visitar y cuidar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al peregrino, vestir al desnudo, redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
Lo que quizá es menos conocido es que también el judaísmo tiene unas “obras de misericordia”, acciones a las que además se les concede una gran importancia en la vida del judío.
En la Misná, la codificación de la ley oral compilada por Rabí Yehudá ha-Nasí –el Príncipe– hacia el año 200 d. C., podemos leer lo siguiente: “Simón el Justo [quizá Simón I, sumo sacerdote hacia el 280 a. C., o Simón II, sumo sacerdote hacia el 200 a. C.] fue uno de los pertenecientes al resto de la Gran Asamblea. Acostumbraba a decir: ‘Sobre tres cosas se sostiene el universo: sobre la Torá, sobre la ‘abodá y sobre los gemilut hasadim’” (Abot 1,2). La Torá es la Escritura, la ‘abodá es el culto y los gemilut hasadim vendrían a ser las obras de caridad u obras de misericordia.
No hay una lista concreta de “obras de misericordia” judías; en todo caso, en la Edad Media estas acciones sociales y humanitarias prácticamente quedaron reducidas al préstamo sin interés. No obstante, según el Talmud, los gemilut hasadim son más importantes que la caridad (sedaqá), porque mientras la caridad solo puede ejercerse con los pobres, los gemilut hasadim se pueden ejercer con los pobres y con los ricos; mientras la caridad solo puede ejercerse con los vivos, los gemilut hasadim se pueden ejercer con los vivos y con los muertos; y mientras la caridad solo puede ejercerse con dinero, los gemilut hasadim se pueden ejercer con dinero y con asistencia.
No es difícil comprobar que ha habido un proceso de declive en los gemilut hasadim según el cual algo tan rico como las “obras de misericordia” acaben como actos meramente puntuales, bastante desligados de las actitudes, del corazón.
Es el mismo proceso que se dio con la sedaqá, que de “justicia” –su primer significado– acabó significando “limosna” o “caridad” (en el peor sentido). Por cierto, también en el cristianismo el término “caridad” (caritas) –traducción del agape griego– ha sufrido un desgaste semejante: del amor más excelso –más allá del eros y la filía– ha acabado significando la limosna, en su sentido más “monetario” y menos personal o comprometido.
Por fortuna, tanto en el judaísmo como en el cristianismo parece que la caridad y los gemilut hasadim van recobrando poco a poco su sentido más profundo y original. Esperemos que el Año de la misericordia dé un empujón en ese sentido.
Catálogo PPC
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