HERMINIO OTERO.- Unos 14.000 catequistas laicos mantienen abiertos los templos y colaboran de forma eficaz con los sacerdotes y religiosos que trabajan en Uganda. “Durante el período de guerra, muchos catequistas pagaron con sus vidas el haberse quedado junto a sus comunidades y no haber abandonado las localidades en las que trabajaban”.
El 27 de noviembre de 2015, en la localidad de Munyonyo el papa Francisco tuvo un encuentro con muchos de esos catequistas. El papa fue recibido con cantos, bailes, velas encendidas y banderas al viento en medio de una gran alegría.
Y después les habló como siempre hace: de una manera clara y sencilla que todos entienden. Transcribimos aquí sus palabras, destacando únicamente los títulos, que nos dan la clave de su contenido.
Jesucristo Maestro
“Queridos catequistas y maestros, queridos amigos: les saludo con afecto en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Maestro. ‘Maestro’. Qué hermoso título este. Jesús es nuestro primer y más grande maestro”.
Papel importante de los catequistas
“San Pablo nos dice que Jesús dio a su Iglesia no solo apóstoles y pastores, sino también maestros, para edificar todo el cuerpo en la fe y en el amor. Junto a los Obispos, a los presbíteros y a los diáconos, que han sido ordenados para predicar el Evangelio y cuidar del rebaño del Señor, ustedes, como catequistas, tienen un papel importante en la tarea de llevar la Buena Noticia a cada pueblo y aldea de su país”.
Gracias por su dedicación
“Quisiera ante todo darles las gracias por los sacrificios que hacen ustedes y sus familias, y por el celo y la devoción con la que llevan a cabo su importante misión. Ustedes enseñan lo que Jesús enseñó, instruyen a los adultos y ayudan a los padres para que eduquen a sus hijos en la fe, y llevan a todos la alegría y la esperanza de la vida eterna. Gracias por su dedicación, por el ejemplo que ofrecen, por la cercanía al pueblo de Dios en su vida cotidiana y por los tantos modos en que plantan y cultivan la semilla de la fe en toda esta vasta tierra. Gracias especialmente por el hecho de enseñar a rezar a los niños y a los jóvenes”.
Un trabajo no fácil, pero santo
“Sé que su trabajo, aunque gratificante, no es fácil. Por eso les animo a perseverar, y pido a sus Obispos y a sus sacerdotes que les den una formación doctrinal, espiritual y pastoral que les ayude cada vez más en su acción. Aun cuando la tarea parece difícil, los recursos resultan insuficientes y los obstáculos demasiado grandes, les hará bien recordar que el suyo es un trabajo santo, y quiero subrayarlo, el vuestro es un trabajo santo”.
El Espíritu Santo les dará luz
“El Espíritu Santo está presente allí donde se proclama el nombre de Cristo. Él está en medio de nosotros cada vez que en la oración elevamos el corazón y la mente a Dios en la oración. Él les dará la luz y la fuerza que necesitan”.
Sean maestros y testigos
“El mensaje que llevan hundirá más sus raíces en el corazón de las personas en la medida en que ustedes sean no solo maestros, sino también testigos. Otra cosa importante: ustedes tienen que predicar, pero no sirve si no llevan el testimonio. Que su ejemplo haga ver a todos la belleza de la oración, el poder de la misericordia y del perdón, la alegría de compartir la Eucaristía con todos los hermanos y hermanas”.
Vayan sin miedo
“Que san Andrés, su patrón, y todos los catequistas ugandeses mártires, obtengan para ustedes la gracia de ser sabios maestros, hombres y mujeres cuyas palabras estén colmadas de gracia, de un testimonio convincente del esplendor de la verdad de Dios y de la alegría del Evangelio, testimonios de santidad. Vayan sin miedo a cada ciudad y pueblo de este país, sin miedo, para difundir la buena semilla de la Palabra de Dios, y tengan confianza en su promesa de que volverán contentos, con gavillas de abundante cosecha. Les pido que recen por mí y que hagan rezar a los niños por mí. Omukama Abawe Omukisa! (Que Dios los bendiga)”.
Estas palabras del papa Francisco también sirven para los catequistas de cualquier parte del mundo. Ojalá las podamos poner en práctica en el lugar donde anunciamos la buena noticia de Jesús, siempre con alegría.
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